Lápiz sobre papel
120x120 cm.
Cada vez son mas las críticas que recibe la obra de Johanna Calle, hasta el punto en el que he llegado a pensar que se puede comparar su situación con la de Botero; amado por los compradores y odiado por los críticos.
Yo encuentro más elementos que me gustan en su obra que elementos que no me gustan y casi podría escoger cualquiera de sus dibujos para ilustrar mi opinión general sobre su trabajo. Para este caso escojo la obra Torrencial de 1999, una serie de dibujos hechos en lápiz sobre papel que a primera vista se perciben como espirales que se sobreponen unos a otros.
Contrario a lo que la obra propone visualmente, como las diferencias en la calidad de la línea, la minuciosidad del trabajo y la relación con lo orgánico, Johanna Calle busca transmitir un discurso sobre los niños perdidos y abandonados en Colombia, ya que cada dibujo esta hecho a partir de los nombres de montones de niños que aparecen en las noticias. Ivonne Pini habla de esta obra de la siguiente manera:
“ Calle logra ir de lo particular a lo universal y viceversa, un acercamiento hacia cada individuo abandonado y una alusión a su nombre, que desmaterializado se hace abstracto y logra hablar de un todo caótico, de un torrente infinito de seres desamparados”.[1]
Este corto párrafo muestra lo que más me molesta del arte y específicamente hablando de la obra de Johanna Calle: ¿Cómo a partir de los dibujos que vemos, incluso leyendo los nombres, podemos asumir como espectadores que se trata de una reflexión sobre los niños abandonados y desaparecidos?
La obra de Johanna Calle mantiene esa reflexión en varios trabajos y en muchos de ellos lo que se ve es tan abstracto (abstraído de esa temática a la que ella busca referirse) que es imposible como espectador llegar a ella. Obviamente esto no es un problema si uno observa desde la conocida frase “el arte es subjetivo” y a partir de esto cada cual lo entiende como quiere o como le es posible. Yo creo que el problema no radica en el individuo como espectador enfrentándose a la obra, sino como los textos y la investigación sobre esta manipulan su valoración y comprensión en el presente y en el futuro.
A pesar de todo esto me considero una fiel seguidora de Johanna Calle y no creo que ella deba cambiar la temática de su trabajo, lo que si creo es que hacerla evidente al hablar tan directamente de ella, hace que se interponga su intención sobre la percepción, la investigación y discusión sobre su obra.
El discurso con el que se cargan dibujos como estos hacen que las características evidentes en ellos se hagan invisibles, y las razones por las cuales esta obra puede ser interesante para personas como yo, desaparecen. En ellos me seduce la presencia del tiempo detrás del resultado final, la minuciosidad y la cantidad infinita de detalles siempre están presentes en sus dibujos, es posible imaginar la mano pasando horas sobre esos pedazos de papel. También se observa que la calidad de la línea nunca es la misma y esto genera una gran variedad de grises, al igual que lo hace el cambio de tamaño de las letras.
El hecho de que la escritura se piense como dibujo también me llama la atención porque se empieza a perder el significado de las palabras y prevalece la forma, como dice Ivonne Pini, “el nombre es desmaterializado y logra hablar de un todo caótico” que se reorganiza en las espirales presentes en la naturaleza. La imagen que aparece finalmente remite más a las ondas que se forman en el agua cuando algún agente externo la perturba que a un “torrente infinito de seres desamparados”.
Natalia Ortiz
Universidad de los Andes[1] Pini Ivonne, Johanna Calle: entretejiendo realidades
Colombia, Art Nexus, , págs: 16 - 31, 1999.
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