jueves, 17 de febrero de 2011

dibujo

Juan Mejía
Hace unos días, en un afán irracional de orden para la biblioteca de la casa, revise uno por uno cada libro de las 4 filas de 1,50cm que suponen miles de letras digeridas por mi cabeza; claro está, más de la mitad de la biblioteca es una masa ornamental constituida por libros de regalo, otros destinados a la basura que en un noble acto fueron rescatados por mis stands, caprichos de un día por filosofía marxista, ideología feminista y uno que otro sobre vida y obra de artistas, Duchamp, Sontag, enciclopedia Salvat de arte; un pequeño mausoleo de conocimientos tras dos puertas de madera. De nuevo, en la tarea clasificatoria que tenía cabida en aquel momento, una pequeña libreta roja aparece entre un libro de Baudrillard y el primer tomo de la Salvat; la primera reacción frente a esta es una emotiva debido al hecho de que se trata de una libreta de dibujo, buena alternativa al tedioso trabajo de organizar libros en el mismo lugar tras una ojeada rápida a todas sus páginas y recordar su adquisición; el dibujo siempre ocupa tiempo de manera productiva. Habiendo abandonado la tarea abro la libreta, no para comenzar a dibujar, teniendo en cuenta el lápiz en la mano, sino para revisar las hojas en blanco y palpar el olor de lo que aún no se ha usado, sin embargo la libreta ya ha sido usada, todas sus páginas se encuentran llenas de escritos que remiten a recuerdos de clases, ejercicios de dibujo que un profesor ha coleccionado tras varios años de su carera dedicados a la docencia y la investigación del punto y la línea. Cada uno de los ejercicios descritos en  3 o 4 líneas manuscritas mencionan un autor sin nombre y su acción, realmente no es importante saber quien hizo que cosa sino más bien enterarse acerca de las múltiples posibilidades que suceden en un punto y una línea.
El proyecto llevado a cabo por Juan Mejía no solo se presenta como una curaduría de ejercicios hechos en clase, más allá de eso es una propuesta de dibujo, de la mutabilidad que adquiere el medio en las palabras, dejando por fuera la tradicional concepción del dibujo como consecuencia de trazos en un soporte; en otras palabras, se propone el oficio en la caligrafía de un dibujante dedicado también a la docencia, en el recuerdo del mismo ejercicio resuelto de forma distinta tras años de repetición . 
Un poco más adentrado en los detalles de la libreta, supuse mi error debido al formato utilizado por el artista para presentar su trabajo; aquél tipo de librillo es popular en las papelerías, es más, algunos colegios lo exigen para la enseñanza de dibujo técnico. Recuerdo una vez, no por experiencia directa sino por documentos, al artista sentado horas leyendo un libro llamado la educación sentimental durante un festival de performance en Cali; de nuevo, en el salón nacional llevado a cabo en la mencionada ciudad con aquellos libros como obra; curiosamente había olvidado la procedencia del librillo, también su contenido, por lo que imagino como un propósito de obra la asepsia de autor, basta con leer cada uno de los ejercicios protagonizados por un estudiante.

U.A

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