Definitivamente, uno de los indisputados miembros de la élite de las artes plásticas en Colombia, Luis Caballero obtuvo una formación privilegiada por parte de maestros como Juan Antonio Roda y Marta Traba. Éstos le permitieron crear ese estilo auténtico y denso que mereció los aplausos de sus otrora formadores.
Si fuese necesario buscar una palabra del diccionario que describiera el cuadro en cuestión sería áspero. Fue realizado con la técnica de carboncillo sobre tela. Lo elaboró en 1991 y actualmente se puede apreciar dentro de una sala dedicada a su obra en la Colección de Arte del Banco de la República.
Su estilo es decididamente expresionista, y la expresión que en este marco el artista quiere expresar es el cuerpo humano. Aunque no entendido como el desnudo femenino que estamos acostumbrados a encontrar, por el contrario, se trata de un desnudo cargado de erotismo y que no sería la primera opción para alguien que busca decorar un salón de su casa.
Si se observa la obra, por momentos confunde, pues la nitidez de las partes corporales de aquellos cuerpos danzantes que allí se ven se tienden difuminar con los pesados trazos que allí se encuentran. Sin embargo, se pueden distinguir al menos tres torsos masculinos que se contorsionan con movimientos que se pueden interpretar como eróticos o violentos. También podemos ver otros cuerpos que rodean y parecen estar infligiendo un castigo a los tres protagonistas. Este hecho es especialmente notorio en el costado superior derecho de la obra, en la que se aprecian unos brazos que hacen una especie de llave a uno de los cuerpos desnudos.
Algo que llama la atención es la contradicción entre densidad y movimiento que encontramos en esta obra. Nos encontramos con agresivos trazos negros de carboncillo que no necesariamente ralentizan la imagen que tenemos en frente. El espectador puede fácilmente adivinar la secuencia que está sucediendo e incluso se atreve a musicalizar y animar la escena, como si se tratara de una película.
Por eso, el espectador constantemente está a la expectativa de que el cuadro emita algún tipo de sonido áspero que vaya acorde con la imagen, y, al menos, si no lo hace es capaz de imaginarlo.
Pero vemos cómo la aspereza se extrapola también a la textura, pues nos imaginamos que las pieles que envuelven esos cuerpos son totalmente áridas y ásperas debido al maltrato al que se ven expuestas.
En definitiva, la experiencia que pone Caballero ante nuestros ojos es un antónimo a la suavidad, pues si quisiéramos pensar en algún olor o sabor para ella, éste sería totalmente amargo, fuerte, avasallante e inolvidable, como esas imágenes que a pesar de ser desagradables no nos podemos sacar de la cabeza.
Desconociendo que esa sea la voluntad del artista, esta obra nos remonta a la capacidad de crueldad y persecución que el hombre puede alcanzar. El artista pone de manifiesto la triste habilidad que posee nuestra especie de dañarse a sí misma. Pues hemos llegado a tal punto de desarrollo físico, emocional e intelectual que tenemos que acabar todo lo que esté a nuestro paso, incluso si se trata de nuestro propio hermano.
Un ejemplo válido se encuentra en la historia detrás de los falsos positivos que conocimos a través de las noticias. A pesar de ser un hecho desafortunado y que sigue llenando de indignación a la población colombiana, analizando la obra de Caballero podríamos pensar que ésta sería un hecho que le interesaría mostrar en su obra. A pesar de que el artista murió en una época totalmente distante de la nuestra, es fácil imaginarse cómo hubiera tratado el tema, con la misma aspereza y agresividad que estamos viendo en esta caótica obra.
Daniella Hernández Abello
Universidad de La Sabana
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