Me encanta de la escultura que al ser su material acero inoxidable, el color que refleja cuando la luz del sol pega es impresionante, despliega un brillo inolvidable.
De igual manera, es una escultura imponente, de gran tamaño (23 metros de alto) que asombra a cualquiera que la ve, sobresale sin importar qué, es única.
Por otro lado, me llama mucho la atención que mira en dirección al cielo, evocando grandeza, prosperidad y apertura por su forma de flor, con sus seis pétalos gigantes; al apreciarla, la persona por ósmosis sube la mirada y los colores y la perspectiva que se advierte de la flor mezclándose con el cielo y las nubes es deslumbrante.
Así mismo, al ver tan magnífica estructura evoca a todas las flores, a cualquiera, ninguna en especial, es tan general que atrae cualquiera que sea la preferencia personal.
Además, el entorno de la escultura se adhiere muy bien con la misma, ya que está rodeada por un espejo agua y un paisaje verde que la separa de todo lo demás y la hace aún más vistosa. Este espejo de agua, crea una ilusión majestuosa, debido a que se une el reflejo de la flor y del sol, con las pequeñas ondas causadas por el viento que pasa, es simplemente estupendo.
Me parece muy original que la flor tenga un sistema eléctrico que la abre y la cierra automáticamente dependiendo de la hora del día y de los vientos, es inimaginable el espectáculo que se percibe, y la cara de las personas cuando ven esta “transformación” de la escultura.
No obstante, a pesar que está rodeada de verde, en sus alrededores hay piezas y figuras de material reciclado, las cuales son muy atractivas, sin embargo, creo que podrían quitarle cierto protagonismo que se merece la escultura de la flor.
“No me gusta” que la flor es tan atractiva que dan ganas de ver su parte interna desde un plano cenital, es mucho pedir, pero sería un complemento perfecto para evocar y apreciar tal grandeza, se le podría sacar más provecho.
Lina Ospina
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