En esta pintura, el artista colombiano, Fernando Botero, demuestra de forma menos catastrófica lo que fue el Terremoto de Popayán. Sus característicos cuerpos obesos la hacen ver, de alguna u otra forma, como si fuera una historia que no ocurrió en Colombia y que, realmente, a mi opinión, no sabría si verla desde el lado artístico o el lado triste de un momento histórico de Colombia.
En 1983, Popayán sufrió una destrucción cercana al 40%, siendo el centro la zona más afectada. Hoy quedan pocas huellas físicas de la tragedia, la ciudad renació de las cenizas. La ciudad fue reconstruida en cinco años, apoyada en un préstamo de US$80 millones del Banco Mundial, pero sólo se recibieron US$40 millones.
Bastaron 18 segundos para que Popayán quedara en ruinas. Pero la cicatrización de las heridas demoró una lenta sucesión de años. Algunas sanaron y otras laten aún bajo los muros blanquecinos de la ciudad resucitada.
Volver a vivir no es fácil. Pero este pueblo sacudido hace 25 años lo hizo con un proceso de reconstrucción que fue casi como la reimplantación de los dedos de una mano mutilada. Cada arteria, cada tejido conectados nuevamente. Cada calle, edificación y familia, renaciendo de las cenizas. Se estima que ‘rearmar’ a la capital del Cauca tardó cinco años.
Aunque muchas edificaciones demoraron mucho más en volverse a levantar, de todas formas, el proceso fue rápido si se tienen en cuenta casos de otras ciudades que sufrieron este tipo de desastres. Dos días después de la tragedia, los arquitectos del municipio se reunieron en lo que quedaba del Concejo. Allí decidieron unirse con los ingenieros y pedirle al presidente Belisario Betancur que creara una institución para concentrar los esfuerzos de la reconstrucción. De allí surgió la CRC, que en ese entonces se llamó Corporación para la Reconstrucción y Desarrollo, entidad que empezó a funcionar oficialmente cinco meses después.
Las ayudas para poner en pie a Popayán surgieron paralelamente con el apoyo para atender la emergencia. De países de todo el mundo llegaron donaciones y el Gobierno colombiano activó planes de vivienda y créditos con entidades como el Banco Central Hipotecario y el Instituto de Crédito territorial, ICT. Pero el grueso del dinero vino de fuera. El alcalde del momento, Luis Guillermo Salazar, cuenta que el jueves santo del terremoto se encontraba en la ciudad un alto funcionario del Banco Mundial que quería ver las procesiones. El norteamericano quedó bajo su cama, atrapado por las ruinas del hotel Monasterio.Entonces, relata Salazar, el sobreviviente acompañó al ex presidente Betancur en la solicitud de un crédito de US$80 millones ante el Banco Mundial. En esa fecha la tasa de cambio era de 66 pesos por dólar.
Por Juan Pablo Pulido
Universidad de La Sabana
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