jueves, 24 de febrero de 2011

Obispos Muertos, una historia de siglos


OBISPOS MUERTOS

Obispos Muertos (1958) – Fernando Botero
Óleo sobre tela. Colección del Museo Nacional


Esta obra del colombiano, Fernando Botero, es particularmente atractiva por los elementos que contiene y por la forma en que expresa el mensaje. Es un cuadro que comunica, para su contexto, un suceso importante en la historia de Colombia, pero que al mismo tiempo puede atrapar un sin fin más de significados.

Se puede observar que está compuesta casi en su totalidad por colores fríos y oscuros que revelan un sentimiento lúgubre y trágico. Predominan los colores: morado, azul y púrpura, los cuales están presentes tanto en los vestidos como en la piel de los hombres. Además, el negro de fondo reafirma esa sensación de muerte que va más allá de los cuerpos sin vida que protagonizan la obra.

Las figuras, características de las pinturas del colombiano, yacen una sobre la otra con expresiones más de conformidad y de derrota que de dolor y sufrimiento. Asimismo, el cuadro encierra una serie de simbolismos propios de la Iglesia Católica como los gorros y los trajes, propios de los obispos y la posición de las manos.

La obra transmite una sensación de quietud, pero no de tranquilidad. Por el contrario, al observar todo los elementos juntos se percibe un ambiente de tensión que recuerda un poco a la época oscurantista que vivió el mundo bajo el yugo de la religión.

Obispos muertos nos recuerda la época en que la Iglesia comenzó a perder su hegemonía en Colombia tras la llegada del Frente Nacional en 1958. Esta institución se había caracterizado por incidir de manera directa sobre aspectos sociales y políticos de la sociedad colombiana. Además, su apoyo constante a los principios y dirigentes del Partido Conservador hacía que su influencia fuera mayor sobre el pueblo.

No obstante, con el acuerdo bipartidista la opinión de la Iglesia pasó a un segundo lugar debido a que los intereses se dividieron. Durante este periodo se promovieron principios distintos que la gente aceptó y apropió dando lugar a que se sintieran desvinculados con ella y a que ésta perdiera su incidencia sobre los temas de familia y educación.

La obra nos recuerda esa muerte súbita que vivió la iglesia, los cuerpos de los obispos sin vida son una representación de la pérdida de poder que sufrió la institución y que ha tenido que seguir viviendo con el pasar de los años. Los colores lúgubres expresan la decadencia de los principios establecidos y fundamentados por el catolicismo.

Además, hicieran referencia a un proceso de luto que tuvieron que vivir para volver a tomar un papel importante en la sociedad. Desde esa fecha hasta hoy la Iglesia ha tenido que adoptar otras posiciones, menos hegemónicas, para encontrar participación en los asuntos de interés nacional, debido a que con el tiempo vio caer unas sobre otras, como no lo muestra el artista en la obra, sus opiniones e intereses.

No obstante, ese proceso de decadencia de la Iglesia no fue solo en Colombia y es aquí donde se puede vincular ese fondo negro desesperanzador que cobija la pintura de Botero. Ese negro profundo e infinito me recuerda la era oscurantista, en la Edad Media, donde el teocentrismo gobernaba el mundo y donde dicha institución decidía sobre los intereses, conocimientos y vivencias de la gente.

Si observamos con atención desde la caída de esa época, representada con los colores de muerte, la Iglesia ha tenido que enfrentar un sin número de problemas, divisiones, escándalos y fuga de fieles hacia otros credos. La estructura sólida y fuerte que representaba la institución y que estaba sustentada en sus clérigos se ha ido cayendo poco a poco, como estos hombres desfallecidos, haciendo que la credibilidad en ésta también desvanezca.

Es interesante como a través de una sola obra se puede reunir la historia de siglos de la estructura católica. Es aplicable a todos los contextos de la religión ya sean del pasado o se estén generando en el presente.

Ana María Sarmiento Martínez

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