Arzodiabolomaquia (1960) – Fernando Botero
Óleo sobre lienzo – Museo Nacional de Colombia
Esta obra de Fernando Botero presenta una particularidad única a mi modo de ver: a comparación con sus otras obras, era la primera vez que veía un cuadro de Botero donde no había una mujer desnuda, una familia y su mascota, un paisaje, o una persona del común. En esta ocasión, la pintura parece tener una connotación diferente, un mensaje más allá de lo que los ojos pueden ver.
En la obra se pueden apreciar dos figuras, un arzobispo y una bestia, puede llegar a decirse que el diablo, los cuales cobran vida a través de trazos frenéticos y violentos, dándole así a cada uno expresiones fuertes, diabólicas y aterradoras. A su vez puede observarse como el cuadro presenta una lucha entre el bien y el mal, tomando como referente la cultura colombiana y el titulo de la obra, puede decirse que esta disputa está estructurada de manera tal que parece un encuentro entre toro y torero, mostrando así la supervivencia del más fuerte.
Los colores también juegan un papel fundamental en este cuadro, pues predominan los colores cálidos, los cuales, junto con los enérgicos trazos, colaboran en la violencia que la imagen quiere dejar en los observadores.
Aunque esta obra sea de 1960, momento histórico en el cual Colombia atravesaba por una época de violencia compleja, en las FARC, una de las guerrillas que más han influido en el conflicto armado interno, la imagen que este cuadro representa puede acoplarse a la situación actual del país que a la de la época en la cual fue creada.
Al contar con la figura de un arzobispo y el diablo en una pelea a muerte, como se mencionó anteriormente, en un encuentro referente a la tauromaquia, puede inferirse entonces como la figura de la Iglesia ha decaído a raíz de los escándalos que han aparecido de pedofilia dentro de ésta, haciendo que la sociedad en general pierda confianza en esta institución. Todo esto se pudo presentar a raíz de la degradación en la que se ve envuelto el ser humano, llevando al extremo de que uno de sus principales pilares esté en descenso.
Tal y como puede apreciarse, puede inferirse que la lucha que se está llevando a cabo entre el bien y el mal es la necesidad de imponer nuevamente las creencias que han regido a la sociedad por más de dos mil años contra la imagen que se tiene hoy en día de los sacerdotes.
Asimismo, al hacerse referencia a la tauromaquia puede citarse acá el ejemplo de víctima – victimario, donde, como los anti taurinos lo expresan, al ser el toro la víctima y el torero el victimario, tal supuesto se aplicaría en esta ocasión a los niños víctimas de los religiosos pederastas, imponiendo así una cultura de rechazo ante esta aberración social, tal y como ocurre con la tauromaquia.
Es por esto que la lucha se hace evidente en la sociedad: la iglesia tratando de recomponer su imagen, aún cuando aparecen nuevos hechos referentes a su destrucción, mostrando así una degradación inminente en esta institución, sin saber realmente qué predominara. Al final quién ganara la batalla, ¿el bien o el mal? Habrá que esperar.
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