domingo, 17 de abril de 2011

Que la obra supere al autor

Por: Santiago Cifuentes Jurado

“Se acabaron las épicas batallas en pro o en contra del romanticismo, el naturalismo, el wagnerismo…” (Hose)

En nuestra sociedad la función de la crítica de todo tipo, pero sobre todo la que involucra las artes, se ha visto relegada a planos menores. Esto ha dado como resultado un menosprecio a la necesidad de reflexionar sobre lo estético, y en últimas ese vacío reflexivo ha homogeneizado las percepciones. Fernando García afirmaba que “…la crítica se halla en lamentable decadencia y no ofrece influencia alguna…”.

Una de las responsabilidades del periodista cultural de nuestros días, es precisamente hacer alarde de una crítica que construya un futuro más sólido para las expresiones artísticas del país, y esto solo se logra como dice Hose, librando batallas intelectuales a favor de lo que nos gusta y en contra de lo que nos disgusta.

Este artículo pretende defender algo que me gusta, más específicamente una obra de arte: Ballena Azul de Sebastián Fierro, y además proponer otra manera de entender las obras de arte en general. El 30 de marzo se público en El Clip, una crítica (y entiéndase por crítica no algo dañino, sino una argumentación personal) realizada por Jessica Choner, la cual encuentro bastante deficiente en sus aportes al discurso estético de la obra.

Choner empieza su artículo diciendo que le cuesta trabajo imaginarse lo que el artista quiso plasmar en la obra. Creo que este es el primer error al acercarse a una expresión artística. Hay que empezar a entender que la obra en sí misma debe superar al artista, y no el artista a la obra como es lo que usualmente ocurre.

Por otra parte la autora describe la obra con “tonos poco naturales, tal vez modernos, algunos claros y otros agresivos”. Primero que todo, hay que aclarar que la naturalidad del color no se da por su concordancia con la naturaleza, por lo tanto es un error calificar de poco natural el color de la obra. También es curioso calificar un color de moderno, puesto que no hay colores exclusivos de aquella época. “Agresivo” es otro adjetivo aligerado, más aún si se determina los tonos opacos como tal, además que los colores y sus tonalidades no son portadores de actitudes, el espectador es quien las asume.

“Ese mar que casi parece muerto”. Que curiosa imprecisión darle muerte a un ente poseedor de vida. Cuando se aprecia una obra no hay peor decisión que optar por comentarios ligeros. El hecho de que la sensación de su movimiento no sea totalmente evidente no quiere decir que este muerto. ¿Acaso alguien ha visto un cielo sin nubes muerto por su condición estática?

“Es un artista fauvista”. Lamento informar que no todo artista que decide ponerle colores a su obra es fauvista. Si se quiere entrar en conceptos técnicos la obra no podría serlo ya que el fauvismo rechaza la profundidad, renuncia a la perspectiva, al uso de claro/oscuro y los volúmenes. La obra de Fierro cumple con todas esas características. Por otra parte el fauvismo pretender realzar el valor del color en sí mismo. La obra de Fierro va más allá de esa exaltación sobrepasando lo netamente visual. Si se quiere categorizar la obra, es una mezcla del surrealismo, del expresionismo y la pintura abstracta. Del surrealismo se rescatan los valores de lo onírico, el interés por la metamorfosis y la demencia como precepto sensorial. Del expresionismo se encuentra la exaltación de los sentimientos y una fuerza psicológica y expresiva que se plasma a través de los colores fuertes y puros. Finalmente de la pintura abstracta asume la representación espontánea.

“Los colores que produce el rastro del movimiento de la ballena en el agua, no son reales”. Para mí el azul, rosado, blanco, naranja, todos los colores que están, sí que son reales, tanto como las letras que se ven aquí. Los conozco, los uso, los veo. Otra cosa es que de alguna manera Choner haya sentido que su realidad se vio perturbada, pero esos colores son tan reales en la pieza que sin ellos no existiría ni obra, ni por supuesto espectador.

“Los colores podrían estar sin ninguna razón en el cuadro”. No me parece justo llenar de razones una obra que apela a lo contrario. Además considero que en gran parte los colores son lo que le dan un significado especial al cuadro, por ende no se les puede dar una condición de aleatoriedad.

Es evidente que los artículos que se producen sobre expresiones artísticas están adquiriendo valores repetitivos que no aportan al significado y construcción de la obra en sí misma. Cuando se va a escribir sobre arte hay que tener en cuenta que cualquier idea que se produzca hace parte de la obra, quien ve y opina también construye o destruye. La precisión en el mundo de las letras es tan exigente como en los números, puesto que cada palabra condiciona e incluso crea patrones de comportamiento y pensamiento que interioriza cada ser para luego ser divulgados de manera masiva.

“La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha” (Montaigne)

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