viernes, 1 de abril de 2011

Morris: la perdición de Diego

Morris: la perdición de Diego


Por Jaime Alberto Báez Peñuela

Muy interesante resulta la visión del mundo que plasman varios artistas jóvenes en la exposición Ensayos para un mundo perfecto, del Salón de Arte BBVA, ubicado en la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. Cada obra hace una crítica a alguna acción social o a algún comportamiento humano.

Dentro de la gran diversidad que presenta el Salón se encuentra la obra Morris (2011) del caleño Alex Rodríguez, artista joven que desde principios de este siglo se ha destacado en la escena artística colombiana. Su obra lo ha llevado a obtener importantes distinciones, entre ellas una Mención de Honor en el XII Salón Nacional de Pintura BBVA (2004).

La historia de Morris

La obra Morris está compuesta por tres cuadros elaborados completamente sobre papeletas de bazuco. Esto es muy significativo, ya que desde un principio le muestra al espectador que su crítica va hacia esa droga que ha destruido miles de vidas humanas.

El primer cuadro muestra a un joven encorvado y demacrado, el protagonista de la historia; en el segundo aparecen varias tiras verticales con imágenes y frases alusivas al deporte, por ejemplo, zapatillas, luces de estadio y frases de hinchas; mientras que en el tercero se muestra una edificación amplia, el lugar donde se desenvuelve el relato.

Cuando se comienza a armar el rompecabezas se descubre que se tiene un personaje, una actividad y un lugar. El personaje es Morris, cuyo nombre real es Diego, compañero de colegio de Alex, el autor de la obra. El propio artista describe al personaje:

Conocí a Diego, o como le decimos todos ahora Morris, en mi barrio de infancia. Siempre fue un chico difícil y sus ojos de hoy no son tan diferentes a los de ese pelado de once años con el que jugábamos fútbol. Él, siempre tan propio y tan complejo, era alguien que me asustaba, alguien a quien había que respetar, pues su carácter era dominante y te amenazaba por cualquier cosa (Rodríguez, 2011).

Gracias a este fragmento se puede descifrar la actividad (jugar fútbol) y el lugar (el colegio). Resulta que los estudiantes jugaban fútbol en las tardes; cuando empezaba a anochecer, llegaban algunas “sombritas” a la cancha y se sumergían en el peligroso placer que produce el bazuco. Los alumnos tenían dos opciones: se iban para sus casas o se quedaban disfrutando de aquella extraña realidad.

Lamentablemente este último fue el caso de Diego, quien en poco tiempo dejó de jugar fútbol y se convirtió en una “sombrita” más de esas que aparecen en la noche.

El relato es sencillamente impresionante, pero lo es mucho más la forma como el artista lo logró plasmar en los tres cuadros. Las imágenes son escalofriantes y oscuras, pero sobre todo contundentes, gracias a la utilización de las papeletas de bazuco que, incluso, alcanzan a meter al espectador en aquel mundo al ver la forma como se van consumiendo con el fuego… de igual manera el bazuco va consumiendo la vida de cada uno de sus esclavos, entre ellos el pobre Diego.

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