El ser humano, además de estar conformado por dos dimensiones, alma y cuerpo, está hecho de colores, donde los más oscuros son todas las cosas negativas que han hecho o hacen parte de nuestra vida, como los defectos, malas experiencias y malos recuerdos. Los claros representan lo mejor de nosotros; la paz, la bondad, nuestros talentos, nuestras virtudes en general.
Cada persona varía en cuanto a sus colores, dependiendo de cada quien, de su vida y de su personalidad. En esta obra (“La Sombra Coloreada”) se puede ver que no está el color blanco, pues todos desde que nacemos comenzamos a manchar nuestra vida, dependiendo de lo que hagamos o pensemos.
Lo anterior está relacionado con el aura del ser humano. El aura, del griego aire o brisa, es el campo electromagnético que envuelve a todos los seres vivos, y que se ve influenciada directamente por el estado físico, mental y emocional de cada individuo. En ella, se refleja la personalidad y las situaciones que experimentan las personas. Aquellos que la han visto la describen como un halo de luz que emana del cuerpo, de colores y sin límites definidos.
Los tonos del aura no son como los colores ordinarios, suelen ser traslúcidos, más variados y de mayor cantidad de matices. Las personas generalmente tienen uno o dos colores dominantes, que en la mayoría de los casos constituyen sus colores favoritos. Sin embargo, si la persona está pasando por un momento difícil o lleno de estrés su aura reflejará un tono distinto.
A medida que el individuo evoluciona y crece espiritualmente los colores de su aura cambian; los expertos afirman que entre más limpia y luminosa sea su aura mayor habrá sido su avance espiritual. Igualmente, señalan que la uniformidad de dicho campo energético refleja el equilibrio y estado de salud que posee
No hay comentarios:
Publicar un comentario