TORRES DE VIENTO
Por: Mariana Betancourt U.
El artista Jaime Franco expuso recientemente Torres de Viento, muestra en la cual se exhibieron las obras artísticas más recientes del caleño. Desde el 24 de febrero hasta el 26 de marzo, la galería El Museo fue el lugar utilizado para presentar a los asistentes una reflexión “sobre el desaparecer de las cosas, las ruinas y aquello que está destinado a no existir”[1].
La exposición contó con nueve pinturas de gran formato, pinturas hechas en laminilla de oro y encáustica, ocho trabajos tallados en piedra y un mural en barro. Sobre esto escribió el periodista Camilo Beltrán en Las Torres de Jaime Franco, artículo publicado en el tiempo.com, el 27 de febrero del año en curso.
En esta pieza comunicativa, Beltrán explica la manera en que se va desenvolviendo la exhibición y cómo el artista logró dar forma, textura y vida a cada una de sus obras. En esta medida, describe los que sus ojos han ido observando en el espacio: planos arquitectónicos de figuras, reflejos de luz y estructuras monumentales; determinando así, que la muestra tiene un sentido arqueológico.
“La parte arqueológica aparece cuando el artista agrega barro oscuro y espeso, con una espátula, sobre el diseño inicial y se va vislumbrando la obra, de la misma forma como lo hacen los arqueólogos cuando pasan las cerdas de un pincel sobre su objeto de su estudio escondido por el polvo”[2].
Pero Beltrán se queda corto en ciertos aspectos. Primero, no hay una imagen de las obras de Jaime Franco, haciendo que sea difícil para el lector relacionar lo que va leyendo. Hay que recurrir entonces a la imaginación, tratar de dibujar en la mente la descripción que se hace sobre la exposición. Se crean figuras geométricas, formas sobrepuestas y oscuridad.
A la hora de visualizar una reproducción de las piezas, lo anterior puede observarse, pero la interpretación del periodista queda escasa. Cada obra lleva más allá del sentido arqueológico. Es una remembranza de edificaciones pasadas, que marcaron hitos en la historia mundial, que fueron erigidas como esperanza humana pero por distintos motivos se esfumaron en medio de su utopía.
La Torre de Babel, El templo de Salomón, entre otros, fueron la inspiración de Franco. Éste fue añadiéndoles elementos, creando texturas, quitándoles volumen y yuxtaponiendo figura sobre figura para ir creando su visión, su propio material. Para el caleño, las técnicas y los recursos utilizados hacieron parte de su propio lenguaje.
Según el texto El Arte como Comunicación, “el artista utiliza elementos separados para construir símbolos pictóricos de modo muy similar a como el escritor combina partes del lenguaje escrito para producir su método de comunicación”. Por lo tanto, las piezas artísticas, que son resultado de dicho proceso comunicativo, se convierten en “maneras de pensar, en rastros y huellas”, como se afirmó en el documental Plástica: arte contemporáneo en Colombia.
Torres de viento son estructuras que una vez fueron, que se perdieron en el ocaso de su resplandor por los defectos y vacios del hombre, por su ambición, su egoísmo y sinsentido de ver las cosas. Así lo comentó Belén Sáez de Ibarra: se “alude a la idea de dejarse llevar del pensamiento más gaseoso para manipular su hondura y su perversión […] Una arquitectura imaginada por un deseo inconcluso e inalcanzable -pero vivido- de engendrar la realidad mas allá de los límites de la tierra prometida y de su dios autoritario y castigador, para bien o para mal”[3].
[1] Tomado de la world wide web [http://www.arteenlared.com/latinoamerica/colombia/jaime-franco-expone-su-obra-mas-reciente-en-galeria-el-museo.html] el 4 de abril de 2011.
[2] BELTRÁN, Camilo. Las Torres de Jaime Franco; 27 de febrero de 2011. Tomado de la world wide web [http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-8938360] el 4 de abril de 2011.
[3] Tomado de la World wide web [http://www.fotografiacolombiana.com/torres-de-viento/] el día 5 de abril de 2011.
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