Como suele pasar con nuestra cultura latinoamericana y nacional sumisa y de autoestima baja con respecto a Europa, la curadora Liliana Cortés Garzón se dio a la tarea de recrear en imágenes la historia y el imaginario que colonizadores e investigadores de hace tres y cuatro siglos se plantearon sobre el continente americano. “América inventada”, exposición que por estos días está abierta al público en el parqueadero del Banco de la República, exhibe, como si fuera un acto de orgullo patrio, cómo los europeos nos veían y nos siguen viendo: una cultura caníbal y de tendencia animal donde todo se arregla con la ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente). Dominique Rodríguez Dalvard termina en su artículo por adular una obra que nos trata como el mundo nos ve: el parqueadero o la parte trasera del mundo.
Desde tiempos remotos nuestro continente, en especial nuestra nación, ha sido un espacio en el que los foráneos se han encargado de escribir nuestra historia, desconociendo la capacidad de los propios hijos de este suelo para contar y escribir su suerte. Luís Alberto Acuña, artista colombiano de mediados del siglo XX, fundó, junto a otros grandes pintores de ese entonces, la escuela Bachué, la cual tenía como principal objetivo la defensa y protección de los ancestros Chibchas. Una cosa es que nuestros escritores, como García Márquez, relatan un mundo mágico lleno de ilusiones como el Macondo de “Cien años de soledad”, pero otra muy distinta es otorgarle atribuciones a quienes ven aquí la maraña de un mundo misterioso y mágico a causa de la inexistente relación entre esos foráneos y la tierra.
Pueden mostrar a un Bolívar minúsculo con la ropa volándole y a su lado la América soñada por la que ese prócer luchó y casi murió. También podrán pintarnos durmiendo en árboles y rodeados de animales mitológicos que parecen más parte de los mitos persas que de la realidad de una Amazonía imponente. El hecho puntual es que los latinoamericanos no pintamos a Napoleón, pese a ser un tirano enamorado del poder, como un hombre chaparro y con una corona que le queda grande. Tampoco se nos ha pasado por la cabeza decir que Julio César se parecía a Papá Noel y la barba blanca le colgaba en una ciudad derruida por la corrupción. Nosotros respetamos lo que otros logramos, por lo que esperamos la misma actitud de vuelta. Como dice un René, vocalista de la agrupación Calle 13, quien es un enamorado de su tierra: “el que no quiere a su patria no quiere a su madre”.
Lo puntual de la obra de Liliana Cortés y del artículo de Dominique Rodríguez, es ese afán criollo por conocer la opinión de extranjeros para sentir una aprobación paternalista. El título de una obra con las características de esta no debe ser “América Inventada”, sino “La América inventada por otros”. La historia de esta tierra debe ser la conmemoración de los hitos históricos que se han logrado con la sangre de hombres nacidos aquí. Los españoles nos colonizaron, pero fuimos los criollo quienes forjamos una nueva historia al separarnos de ellos; esa misma historia que debe ser contada.
Artículo original:
Quizá el mejor ejemplo para entender esta exposición es la obra realizada por Luisa Vélez.
Se trata de una alegoría de Simón Bolívar, en tres grandes páneles con marco dorado simulado.
Allí, el Libertador es un hombre mestizo con la mirada alta pero al que le baila el uniforme militar y es tan pequeño que debe subirse sobre un guacal de plaza de mercado. A su lado, está la América idealizada, una enorme mujer blanca, con tocado de plumas.
Todo en un entorno muy artificial: arena y disfraces. Revalúa esas ideas estáticas de cómo es y debe ser la historia, al igual que cómo se construyen los héroes venerados.
El lugar: El Parqueadero, un espacio experimental del Museo de Arte del Banco de la República.
La idea de este proyecto de Liliana Cortés, América inventada, ganador de la convocatoria del Programa Distrital de Premios y Estímulos 2010, es "explorar la idea de América en una búsqueda documental de la Biblioteca Luis Ángel Arango, rastreando la construcción de las imágenes estereotipadas de América".
Así, estudiando los archivos de la biblioteca, la mapoteca, la sala de Libros Raros y Curiosos y la hemeroteca, así como invitando a artistas a proponer imágenes actuales sobre el tema, la curadora recorre algunos puntos sobre los cuales se ha construido la identidad de nuestro continente.
Aparecen así, entre otras, las imágenes creadas por Teodoro de Bry, sobre las cuales se alimentó el imaginario europeo de indios caníbales, animales exóticos, seres fantásticos, crueldades inimaginables y batallas campales en América.
Los famosos bestiarios de animales imposibles que alimentaron la imaginación de generaciones enteras, y un mapa de criptozoología, con los animales ocultos que han poblado la mitología como los minotauros.
También el "remix" Tropical es, de Gustavo Romero, un video "a lo Carmen Miranda", en televisores viejos en blanco y negro por donde una muy joven Celia Cruz baila repetidamente junto a imágenes que caracterizarían lo que significa el trópico.
La oscura atmósfera de la sala ayuda a que las obras se sientan, de alguna manera, graciosas y se conecten entre sí, remitiéndonos a un pasado muchas veces recordado justamente por estas imágenes estereotípicas, que habían sido, en todo caso, objeto de reflexión en Historia natural y política, allí mismo en la Biblioteca Luis Ángel Arango, en 2009.
DOMINIQUE RODRÍGUEZ DALVARD
REDACTORA EL TIEMPO
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