jueves, 24 de marzo de 2011

A Propósito del texto de Antonio Montaña


Mi interés en este caso no estaría solamente en señalar lo erróneo y equivocado que estaba Antonio Montaña en el momento de emitir su opinión sobre la obra de Santiago Cárdenas. En realidad me interesa porque es una opinión en todo el sentido de la palabra; es personal y visceral. Quizás por esto no teme tener imprecisiones históricas y equivocaciones por el estilo. El hecho de ser riguroso con el material histórico que trata se escapa de sus intenciones y sólo deja ver el arrojo con el que escribe, una característica ciertamente ausente en los demás textos que encontré de critica en prensa a propósito de Santiago Cárdenas.

“El caso de Cárdenas es muy sintomático de una manera muy nuestra de mirar el arte.” Es la primera frase con la que Antonio Montaña empieza su espinoso argumento, augurando cómo su posición también es muy sintomática de la manera de mirar el arte en su época, en este país.

Hacia el primer párrafo, Montaña revela la rigurosidad de su argumento al identificar a Marta Traba cómo “la única crítica actuante” en Colombia. Atribuyendo a ésta, no sólo el monopolio de critica de arte sino la aparición exitosa de Cárdenas en las exposiciones del país. Lo curioso es que durante los años en que Cárdenas llega a Colombia, su aparición en la galería de Marta Traba no impediría que fuera rechazado en el Salón Nacional de Artistas. Sin embargo esto no es lo verdaderamente atractivo de la opinión de Montaña. Lo interesante es que queda en evidencia que la opinión publica respondía consecuentemente con la participación mediática que tuvo Marta Traba, además de una percepción muy clara de las repercusiones de sus criticas.

Luego de establecer, a su manera, las causas del repentino éxito que tuvo Cárdenas durante esos años, Montaña revela la punta de lanza de su opinión y la fuente de su odio sanguíneo :“Nadie se preguntó si el trabajo de Cárdenas era personal”. Al mismo tiempo atribuye la culpa de dicha falta de personalidad al hecho de que el artista haya decidido resguardarse en una “línea claramente derivada y a veces fielmente transcrita del trabajo norteamericano”. Su fuente más certera para emitir tal juicio sería la renombrada obra de Olde Emburg. Ciertamente, esta acusación habría dejado impávido al mismo Cárdenas, quien en una entrevista con Jaime Ardila y con Camilo lleras, afirma haber tenido fuertes diferencias con el contexto norteamericano en el que fue educado, además de poca participación. No obstante montaña respalda la poca originalidad del trabajo de Cárdenas en el hecho de que este personaje Olde Emburg, unos años antes, ya había dispuesto un traje sobre una mesa de planchar para una de sus obras. Aun así, para nadie es mentira existen tantas mesas y trajes en la historia del arte cómo paisajes y manzanas pintados sobre un lienzo (un buen ejemplo sería la obra de Claes Oldenburg).

Sin embargo Montaña doblega levemente sus palabras y admite que no considera la obra de Cárdenas un “plagio” sino el “desarrollo de una línea no propiamente de la pintura colombiana”. Aceptando así el hecho de que, a su manera de ver, existe sólo tipo de pintura colombiana, que además debía tener características muy especificas.

A decir verdad, el principal acierto del texto de Montaña se encuentra en la siguiente frase: “Cárdenas pinta igual la pared que el vestido que en ella cuelga, y el clavo y el gancho igual que la tela”. Es este el momento en el que sus palabras se cargan de veracidad y revelan una opinión sensible y atenta. Es precisamente éste el hecho que señala Montaña, lo que atravesaba tangencialmente el interés de Cárdenas por propia su obra. Este consistía encontrar un punto donde sus pinturas fueran pensadas a partir de lo pictórico y sus propias posibilidades, y al mismo tiempo, dieran la ilusión de ser objetos reales. La pintura de Cárdenas precisamente no pretende ser una copia fehaciente del objeto, un engaño traidor a la percepción del espectador. Más bien propone un dialogo con el espectador donde ambos (artista y espectador) están de acuerdo con que lo que ven es, sin duda alguna, pintura. Es por esto que Montaña afirma que la pared, la puntilla y el gancho están pintados de la misma manera, porque son elementos que están pensados desde el mismo material: todos son pintura.

De este modo parece extraña la afirmación de Montaña de que la obra de Cárdenas carece de pericia en el oficio, o en sus palabras “falta el taller”. Tal vez la destreza técnica para imitar el mundo no tiene cabida en la obra Cárdenas.

Ésta sería una decisión atrevida para un contexto donde es claro que existían posiciones que demandaban veracidad, destreza y la creación de ilusiones realistas por parte de sus artistas.

La opinión de Montaña ciertamente pertenece a esta mirada que defendía un tipo de pintura cimentada en las virtudes académicas del artista. No obstante este hecho no le resta relevancia frente a otras opiniones con horizontes de interpretación más amplios. Su efectividad reside en ser un paradigma no intencionado de su propia época, de un contexto social y cultural determinante para el ámbito del arte en el país. Esto, Sumado a la certeza y el vigor con la que emite sus juicios, resulta ser una critica supremamente potente, atrevida y desinformada.


Juan Pablo Plazas.


Fuentes:

Montaña, Antonio. Cartas de arte: El caso de Santiago Cárdenas. El Tiempo, Bogotá Martes 4 de abril de 1972.

Ardila, Jaime y Camilo Lleras. Verdades sobre arte, mentiras sobre papel : encuentros con Santiago Cárdenas y su obra. Bogotá : A. Sandri, c1984.

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