viernes, 25 de marzo de 2011

Luis Caballero como Luis Caballero



“Qué pena, pero no me parece que esto sea un luis caballero”
L. CABALLERO aquel desconocido (Baena)


En septiembre de 1990 en la prensa se creaba la expectativa de la nueva obra de Luis Caballero, “le tocó hacer su cuadro más grande” (Hernandez), una obra de seis metros por seis metros, en vivo, durante quince días, con un método espectacular: “Por las mañanas voy a trabajar en mi casa, con un modelo, los detalles de los personajes. Cada noche Mario Rivero fotografiará el cuadro y su proceso, y Diego Carrizosa filmará un video. Con esas fotografías, y con un comentario que escribiré cada noche, Ponto Moreno diseñará, también de noche, un libro-catálogo para la inauguración de esta exposición” (Hernandez, Caballero, a oscuras)
Se puede decir que las personas que escribían sobre arte ya sabían qué esperar, la obra fue un Caballero antes de ser hecha, en la mayoría de los artículos anteriores sobre el artista ya existía una idea común de lo hecho por Caballero: entre lo romántico y lo contemporáneo (Serrano), una mezcla entre Miguel Ángel y Francis Bacon (Traba), Un intermedio entre la tradición de la pintura y las nuevas tendencias del arte. Una lucha entre el lienzo y el artista, una obra que muestra “la importancia del hombre como centro”, “entrado en la experimentación de las experiencias” (Escallón). Todo un discurso sobre un cuerpo humano frágil que explota en sentimientos, que se descarga sobre el lienzo mostrándonos humanidad, y aún más importante, su humanidad. Todos, incluyendo al artista mismo esperaban un Caballero y todo lo que representa, un Caballero como se comportan los Caballeros.
Cuando empezó la obra, Caballero, mitad hombre frágil, mitad figura pública se expuso tal cual sus pinturas. Los espectadores que fueron a la galería Garcés Velazquez (y que antes fue una iglesia, ningún articulo olvida resaltar) ven al artista hacer su obra. “las cámaras de Magazin 7:30 siguieron trazo a trazo el espectacular dibujo realizado en lienzo por Luis Caballero, a la vista del público bogotano (Audiovisuales), y como era de esperarse, los comentarios de la nueva obra fueron muy similares a los de años atrás, como lo comprobaría de nuevo Ana María Escallón (Caballero y el combate de lo incierto) la obra de Caballero combina “la creación de Miguel Ángel, el destierro de la muerte, el agobio de Bacon en la vida”. “Cuenta lo que no cambia. Cuenta el mundo del hombre, el de los sentimientos eternos, el de los sufrimientos de siempre, el de la soledad, el de la soledad, el de agobio. (…) Simbólicamente está el hombre expoliado y condenado a la soledad de sí mismo.”
Como palabras abstractas, estos comentarios sobre la obra de Luis Caballero funcionan bien, pero se alejan del sentimiento real, se convierten en una jaula de oro, en la jaula de los problemas idealizados, del dolor en retórica. No dudo que la obra de caballero sea lo que dicen sus críticos, pero por medio de palabras se va eliminando al artista real que expresa lo mencionado antes y se convierte solo en un contenedor discursivo.
¿Qué pensó Luis Caballero después de realizar esa obra que se supone “no solo resume lo que ha hecho sino que plantea lo que va a hacer” (Escallón, Caballero y el combate de lo incierto). En una especie de confesión, Luis Caballero describe su experiencia a José Hernández, que con cierta malicia escribe: “El pintor bogotano jura que no lo hizo con fines vanguardistas. Pero hay buenos ingredientes”. Caballero comenta “No me quedo tan bueno como lo deseé. En buena parte porque tuve problemas técnicos. La tela quedó mal preparada y el carboncillo no agarraba (…) Me dí cuenta además de que tengo tendencia a perderme en los detalles y de que así voy quitando fuerza a la obra. Un cuadro tan grande hay que verlo precisamente de manera global. La idea primera era diferente pero tampoco me avergüenzo del resultado final. Para que quedara como quería hubiera tocado trabajarlo más. No, lo mejor hubiera sido volverlo a empezar, (…) ahora creo que si hubiera improvisado ese cuadro me habría quedado mucho mejor” (Viaje a lo imposible). No creo que sea esta angustia a la que se referían Escallón y otros críticos más, la frase “muestra de humanidad” no necesariamente da cuenta de una muestra de humanidad, y al cargar la obra de Caballero con tantas palabras que en realidad sí son observables en la obra del artista se va llegando a un Caballero cada vez menos real, a un Caballero ideal eterno sufridor que no puede perder en esa humanidad, en esa victoria del sufrimiento, ¿pero cuál sufrimiento?.
Repitiendo una frase de Escallón que cité anteriormente: “Simbólicamente está el hombre expoliado y condenado a la soledad de sí mismo” (Caballero y el combate de lo incierto).

-Sergio Rodríguez, Universidad de los Andes


Trabajos citados

Audiovisuales. «Luis Caballero, Arte a la vista.» El tiempo 29 de Septiembre de 1990: 28.
Baena, Rafael. «L. Caballero, Aquel desconocido.» Cambio 16 (1997): 60.
Escallón, Ana María. «Caballero y el combate de lo incierto.» El Espectador 5 de Octubre de 1990: 7A.
—. «Caballero: decálogo de sensaciones.» El Espectador 4 de Agosto de 1989: -.
Hernandez, José. «Caballero, a oscuras.» El Tiempo 3 de Septiembre de 1990: 2A.
—. «Viaje a lo imposible.» 22 de Septiembre de 1990: 2A.
Serrano, Eduardo. «XII Bienal de Sao Paulo.» folleto Colombia - XII Bienal de Sao Paulo (1973)
Traba, Marta. «Luis Caballero.» Revista Diners (1968).

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