jueves, 3 de marzo de 2011


Luisa González Camargo (la carta), s.f. Pintura, óleo sobre cartón 22.8 x 17.8 cm.

Colección Banco de la República.

Esta pequeña pintura hecha en cartón, sin firma y sin fecha, se contrapone a todos los ideales del “gran maestro” que existieron en el siglo XX en Colombia, en donde el autor jugaba un papel muy importante al igual que el gran formato. A pesar de esto Fídolo Alfonso González Camargo (1883-1941) fue considerado un gran pintor a principios del siglo pasado.

Fue el menor de 10 hijos, de los cuales la mitad murió antes de llegar a la adolescencia. Su padre, un abogado liberal, también murió cuando él era muy joven y al parecer todas estas muertes dejaron una marca que se entrevé en la melancolía de sus pinturas.

Es esa melancolía, la humildad de los materiales y los pequeños formatos son lo que siempre me ha llamado la atención sobre sus pinturas. ¿Cómo fue posible pasar de la pintura de retratos en grandes lienzos a estas pequeñas pinturas hechas en cartón? y además ¿ser admiradas de igual manera?

Hay que decir que González Camargo no fue el primero en utilizar ese formato y soporte para las pinturas al óleo, en realidad fue su maestro, Roberto Páramo, de quien pudo ver ese manejo de materiales; se sabe que eran amigos y que salían a pintar juntos a las afueras de Bogotá.

También es evidente la influencia de los impresionistas en este retrato de su hermana, y a pesar de no haber visto pintura impresionista en persona fue otro de sus maestros el que viajo y se influencio de la tradición pictórica europea: Andrés de Santamaría. Con él muchos de los estudiantes de la Escuela Nacional de Bellas Artes pudieron desarrollar una especie de “impresionismo” colombiano en el que se entreveían formas pictóricas de otras vanguardias europeas.

Lo que más me gusta de estas pinturas pseudo-impresionistas es que a pesar de lo que se vivía políticamente en el país, se pudo desarrollar toda una forma de pintura sin incluir la situación de violencia que se estaba viviendo con la guerra de los mil días (1899-1902), en la cual Colombia perdió a Panamá.

Se sabe que González Camargo hacia caricaturas para publicaciones de la época en las cuales criticaba las acciones políticas y por supuesto esa pérdida tan recordada. A pesar de su molestia y conciencia sobre lo que sucedía en el país, siempre supo separar sus temas de trabajo; una cosa era la crítica y su posición política y otra su desarrollo pictórico. Esta división casi que no ha estado presente en el arte colombiano, ya que la mayoría de los artistas han utilizado la violencia y su descontento social como tema de trabajo de forma directa.

En este retrato de su hermana María Luisa casi que es imposible imaginar que el mismo autor hiciera caricatura política, ya que se percibe una mirada intimista que busca embellecer pictóricamente el objeto observado, en este caso su hermana. A pesar de que su trabajo fue más paisajístico y se le puede considerar como miembro de la llamada Escuela de la Sabana, son las pinturas de retratos de sus seres queridos donde más se puede apreciar la mirada de la que he hablado, porque también era un tema recurrente, y se puede explicar de cierta forma como con la muerte de su madre perdió la cabeza y terminó en un manicomio en 1921 en Sibaté, en el cual murió en 1941.

Natalia Ortiz Bautista

Universidad de los Andes


Referencias:

-Serrano Eduardo, La escuela de la Sabana, Bogotá, Museo de arte moderno de Bogotá, Novus ediciones, 1990.

-Biblioteca Luis Ángel Arango, Fídolo Alfonso González Camargo: la visión interior, Bogotá, 2003.

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