Esta obra se encuentra ubicada en el segundo piso del museo del Banco de
En tiempos de la creación, la mujer nacía de la costilla de un hombre. Se desprendía entonces, un ser perfecto, independiente con decisión y posesión. Fue esa misma mujer la que tuvo la capacidad de incitar las pasiones más bajas y convenció a Adán de morder la manzana y verse expulsados del paraíso. Su perfección, le permitió ser perdonada, transformándose en símbolo de la delicadeza, el respeto, ternura pero sobre todo, ser símbolo del don que nace de su vientre y se convierte en vida, el don de ser madre.
Hoy la manzana que alguna vez dio de comer a ese Adán incrédulo, es una manzana podrida que se desprende de los medios, la publicidad corrosiva y la estupidez que la expulsa, ya no con su compañero sino sola hacia un profundo vacío. Ya no se desprende un ser autónomo ni perfecto, ya no se desprende un símbolo sino un objeto viviente en un mundo lleno de perversiones.
Los dos seres que habitan en este mundo, el hombre y la mujer, ya no son complemento, son muestra clara de sometimiento a la mentalidad banal que predomina en sus acciones.
El cuerpo, templo sagrado de todo ser humano, se convierte en teatrillo de diversión y perversión. Cual si fuera un producto de consumo la mujer se vende y se transforma en alimento de un hombre que tiene ansias de verla, tocarla pero no conocerla.
Quizá la búsqueda del mundo perfecto se de cuando la mujer se desprenda de los sentimientos puros del hombre, cuando su cabeza y corazón sean más valorados que su cuerpo sin pudor.
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