viernes, 19 de agosto de 2011



Gustavo Niño [Life in Mono] 2011

Un lugar oscuro y silencioso. Un espacio alargado, semicircular, no convencional y de techos altos donde hay unos cilindros que permiten la entrada de luz indirecta. La atmosfera me comunica con un espacio interior. No pasa mucho y pasa todo. Me siento algo perdida y atrapada en tan pequeño espacio. Se oyen los ecos de las voces que hablan ahí dentro. El fuerte olor a químico lo invade. El espacio fluye, no tiene un punto de atracción como un foco de luz o un objeto. Está vestido con la presión de un espejo que no refleja: unas fibras cortas, fuertes y flexibles, resistentes y brillantes, de poca elasticidad que cubren casi toda su altura. El color de las fibras es casi llegando a blanco, pero no lo alcanza a ser, son más bien como un color crema. Éstas están chorreadas con manchas negras en dirección vertical, como la gravedad. Cuando se ven detalladamente, se alcanza a imaginar la acción sistemática y demente, de chorrear pacientemente el espacio. El piso, es testigo de éstos chorreones. Las sobras de las manchas, la salpicada de éstas, definen una espacie de marco en él. Se posiciona su aparente descuido, algunos chorreones más intensos que otros, unos dejan más espacio entre sí que los otros, unos dejan ver más las fibras que otros, pero todos, sin excepción, forman una nueva textura, lisa y brillante. La textura de chorreones verticales es cruda y oscura, es como si cada chorreón se enfrentara al otro. Así el silencioso espacio se convierte en el más fuerte ruido.

Camila Montalvo.

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