jueves, 1 de septiembre de 2011

Carol Young






La sala de exposiciones de la Galería Santa Fe, peculiarmente curva, es el hogar de la obra de esta artista uruguaya. La exposición, aunque parezca estar compuesta por dos obras independientes la una de la otra, se conectan de tal forma que es imposible abordarlas individualmente.
El primer contacto con la obra es engañoso. En efecto, la impresión causada por unas hojas de papel se desvanece rápidamente a medida que nos acercamos. No solo el material resulta no ser el que se pensaba al principio, pues es cerámica, sino que lo que aparentaba ser el despliegue y almacenamiento de algún tipo de información es en realidad un espacio vacío. Cada una de esas particulares hojas, tan meticulosamente organizadas en un extremo de la sala y exhibidas del otro, están completamente en blanco.
Pero esta obra no se limita tan solo a su propio espacio. Aprovechando la peculiaridad de esta galería, la obra habita en ella. Por un lado, a un extremo de la sala y contra la pared, encontramos amontonadas hojas enrolladas, tal pergaminos cuidadosamente almacenados. Siguiendo el camino curvo que propone la sala se llega al otro extremo en donde espera una mesa que fluye con la misma forma del espacio que la alberga. Desplegadas sobre ella encontramos la hojas abiertas, exponiendo su contenido vacío al público, perfectamente organizadas una al lado de la otra.
Sin embargo, no solo el espacio juega un papel sumamente importante. A diferencia de obras más tradicionales, la luz entra a jugar un papel protagónico en la obra. Es gracias a ella que los dobleces de las laminas de ceramica son mas notables y destacan por el contraste de iluminación que crea la luz dura dentro de la galería a oscuras. Esta ambientacion en la iluminación, además de la adaptación al espacio, crea un recorrido que invita a observar la obra desde distintos ángulos.
Si abordamos el tema de construcción de las hojas, existen pocas dudas que estas han sido hechas a mano usando arcilla blanca y rodillo para crear las láminas. A pesar de este origen artesanal y manual, las huellas del proceso no están claramente visibles (por ejemplo, las huellas dactilares), aunque si existen variaciones en el tamaño y menor medida, en el grosor. Esto hace que a pesar de su serialidad cada una de estas hojas sea única y no exista dos parecidas.
Estas particularidades crean una obra, que a pesar de la repetición, guarda un aspecto orgánico y que como escultura propone un tiempo, un discurso y un recorrido espacial al espectador.





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