De esta manera sucede con el pintor estadounidense Robert Rauschenberg, su obra, asociada al “neo-dadaísmo” y al arte povera, todavía se enmarca dentro de códigos cifrados que se buscan exhaustivamente. Sin embargo, él mismo aseveró que su trabajo, sobre todo hacia el final de su carrera, se basó en convertir esas cosas consideradas “basura” en arte.
Un poco como su antecesor Marcel Duchamp, este artista jugó con lo inesperado. Pues él mismo se maravillaba con los objetos que encontraba abandonados en la calle, y como él mismo decía “si no me sorprendían al principio, terminaba pasando una vez la obra se completara”. Lo cierto es que esta estrategia le sirvió para transmitir esa sensación a los que admiran su trabajo.
Rauschenberg se caracterizó por utilizar diversos materiales y técnicas en el lienzo y esto se refleja en su colección “Salvage Series”, de 1984. La obra Singe evoca el grabado en papel, una técnica que este artista utilizó con mucha frecuencia y que lo convierte, en cierta medida, en precursor del arte pop. En dicha pieza se pueden ver cómo confluyen los grabados de señales de tránsito, pues se puede leer claramente las palabras “danger” y “push”, que hacen referencia a los rótulos que usualmente se encuentran en la ciudad.
La obra, como es de esperarse, evoca un espíritu urbano que no sorprende pues este neoyorkino por adopción desarrolló la mayoría de su propuesta artística en esta connotada ciudad. El colorido, caracterizado por la acidez y calidez, representa asimismo ese caos inherente a la gran ciudad e incluso su desorden y suciedad.
Igualmente, la obra se puede comparar con las paredes de la ciudad usualmente ataviadas con el carmín del graffiti y la publicidad guerrilla. Por momentos parece que el artista quisiera reivindicar esa expresión artística, que es incluso clasificada como vandálica. También vemos como la yuxtaposición de elementos y texturas refuerza esa sensación, pues los muros abandonados de la ciudad usualmente se forran de afiches que se superponen entre sí con irreverencia.
Esta misma irreverencia es la que el artista parece proyectar. Más que un significado subterfugio esta obra parece reivindicar la belleza subyacente en lo urbano. Se trata de una invitación a involucrarse con la ciudad, no viéndola en torno al abandono y la suciedad, sino como una gran pieza artística que merece ser admirada con todas sus aristas.
Por: Daniella Hernández Abello
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