domingo, 28 de agosto de 2011
Sin Título, Luis Caballero, Colección Banco de la República
viernes, 26 de agosto de 2011
VINILO No. 1
María Camila Álvarez Pacheco
COD. 200823633
Ejercicio No. 1
Publicaciones Artísticas
Artista: Fanny Sanín
Bogotá (Cundinamarca), 1935
Obra: Acrílico No. 1 (1998)
“Vinilo No. 1” es impotente, simétrico y evocador. Este cuadro, elaborado mediante la técnica de acrílico sobre tela, en 1998, por la artista colombiana Fanny Sanín es majestuoso y sobresale de entre decenas de cuadros, en la colección de arte del Museo Banco de la República. Sus colores, cuya paleta se divide en amarillos, azules, rojo, grises y negro; hacen de este cuadro, un ejemplar especial que despierta en mi un especial recuerdo: los inicios de la perspectiva, y evoca sin rastro de pincelada alguna la armonía análoga de las semejanzas, los tonos, los colores y el esplendor de la línea, con sus diagonales, sus imperfecciones y esa sencillez que solo refugia el esfuerzo por lograr un color puro, sin mancha alguna: intenso, firme y no menos hermoso o desinteresado que el de la pintura figurativa que le precede y hacia la cual reacciona de forma irreverente, con el fin de demostrar que la realidad puede ser plasmada de diversas formas y a través de distintos materiales, anteponiendo entonces, la subjetividad del artista ante la imperativa necesidad formal de representar una visión “prestada” del mundo.
“Vinilo No. 1”, en cambio, le pertenece a cada persona que tenga la oportunidad de mirar dentro de él. Es un cuadro abierto que esta presto a la re-significación constante por parte del espectador, quien a modo de infante, observa la obra y le otorga distintos significados a partir de las formas que ve: rectángulos, cuadrados, trapecios y triángulos, que conforman “Vinilo no. 1”.
La distribución de las formas en el espacio, se apoya en los ejes de la cruz, horizontal y vertical, un aspecto muy característico de la abstracción geométrica en el arte que se da, generalmente, cuando la razón, la lógica y el cálculo fundamentan la obra haciendo que las formas básicas, el equilibrio y la unidad, elementos fundamentales dentro de esta corriente artística que se distingue de otras formas de arte abstracto gracias a su austeridad, estructura, rectilineidad, intelectualidad y ordenamiento.
Los detalles de la figuración han desaparecido, y no se percibe huella alguna, ni siquiera a contraluz, lo cual exalta también el buen manejo de la técnica, ya que se observa un manejo uniforme del material. También se puede observar que predominan los tonos pasteles como el amarillo, el azul y e gris en contraste con en negro y el rojo, el cual al ser una línea horizontal ayuda a generar profundidad en el cuadro, profundidad que se desvanece un poco al ser sobrepuestas las dos diagonales negras que ópticamente hacen que el cuadro pierda profundidad y que el fondo se proyecte hacia la superficie a modo de ventana, añadiéndole dinamismo a la composición pictórica.
viernes, 19 de agosto de 2011
“Abstracción en rojo”
Gustavo Niño [Life in Mono] 2011
Un lugar oscuro y silencioso. Un espacio alargado, semicircular, no convencional y de techos altos donde hay unos cilindros que permiten la entrada de luz indirecta. La atmosfera me comunica con un espacio interior. No pasa mucho y pasa todo. Me siento algo perdida y atrapada en tan pequeño espacio. Se oyen los ecos de las voces que hablan ahí dentro. El fuerte olor a químico lo invade. El espacio fluye, no tiene un punto de atracción como un foco de luz o un objeto. Está vestido con la presión de un espejo que no refleja: unas fibras cortas, fuertes y flexibles, resistentes y brillantes, de poca elasticidad que cubren casi toda su altura. El color de las fibras es casi llegando a blanco, pero no lo alcanza a ser, son más bien como un color crema. Éstas están chorreadas con manchas negras en dirección vertical, como la gravedad. Cuando se ven detalladamente, se alcanza a imaginar la acción sistemática y demente, de chorrear pacientemente el espacio. El piso, es testigo de éstos chorreones. Las sobras de las manchas, la salpicada de éstas, definen una espacie de marco en él. Se posiciona su aparente descuido, algunos chorreones más intensos que otros, unos dejan más espacio entre sí que los otros, unos dejan ver más las fibras que otros, pero todos, sin excepción, forman una nueva textura, lisa y brillante. La textura de chorreones verticales es cruda y oscura, es como si cada chorreón se enfrentara al otro. Así el silencioso espacio se convierte en el más fuerte ruido.
Camila Montalvo.
jueves, 18 de agosto de 2011
YENDO Y VINIENDO
Hay tres huecos en la pared, cada uno de ellos contiene un zapato femenino correspondiente al pie izquierdo, están tapados con lo que parece ser una hoja traslúcida semejante al pergamino que se encuentra cocida a la pared con un hilo negro que a primera vista parece casual para los despistados e ignorantes en suturas médicas.
Es domingo por la tarde, antes de festivo ir a musear es una buena opción. Estoy en el Museo de Arte del Banco de la República, caminando a través de la sala observo los zapatos encajados en la pared y me gustan. Me propongo ser otra visitante desprevenida más para no desencajar con el ambiente de la sala. Me alejo a una distancia prudente de la obra y me indago por la procedencia de unos zapatos dentro de una pared. Tratando de inventarme las respuestas más que de descifrar el gesto:
Son de tacón, están en buen estado por lo que se observa a través de la traba visual. Me quieren mostrar otra realidad, ¿Una vida paralela, quizás? Encuentro una correcta y perspicaz forma de manejar el espacio, el hecho de esconder a medias, la adecuada altura no están muy altos ni muy bajos, justo frente a mis ojos, de una visitante promedio ¿Será un closet de otro mundo y yo lo estoy viendo por detrás? De una criatura extraña de un solo pie, o tres pies izquierdos, que quiere hacer público su espacio. Mi acompañante me apresura y continúo mi rápida visita a la exposición.
Regreso hoy, sola y con tiempo a mi encuentro con la obra. Vuelvo a ella ansiosa con una sonrisa que se agranda al verla, sí, me gusta, me encanta. Pero ,¿qué es? Al cerciorarme de la ficha técnica otrora ignorada, aparece un nombre con más peso que la sala misma: DORIS SALCEDO. Acto seguido se destruyen mis infantiles e insulsos pensamientos preconcebidos al mismo tiempo que mi sonrisa, y encuentran eco los dogmáticos los de la explicación verdadera, fidedigna:
Doris es violencia, desplazamiento, muerte, analogía, fragmento. El zapato es metáfora del cuerpo y el hueco no es hueco, es una caja enterrada en la pared. El objeto no tiene vida, pero perteneció a una vida que seguramente fue asesinada o violada o desterrada o ignorada. Busca hacer visible lo más que cotidiano en este país y que por eso mismo pasa desapercibido. El zapato azul o negro o de cualquier color se transforma en la huella de un ser que compartía este mismo suelo con nosotros y que le arrebataron su andar brutalmente. El hilo negro resulta ser hilo quirúrgico, cocido del mismo modo que se cosen los puntos de las heridas carnales del cuerpo y el papel de pergamino es vejiga de vaca trabajada celosamente para encontrar ese excelente resultado.
Entonces, encuentro que los resultados dispares de mis dos visitas no se encuentran tan alejados entre sí. La obra sí me quería mostrar un mundo paralelo, otra realidad a la que quiero, soy y me enseñan la mayoría del tiempo a permanecer ajena. Esos zapatos podrían pertenecer a un monstruo o a muchos monstruos que no quiero ver por miedo a aceptar las cosas como realmente son en Colombia para la mayoría de mis paisanos: feroces, inhumanas y violentas. También me habla de la vida y la muerte, más de la segunda que de la primera aunque ambas sean tan naturales como inseparables.
Me doy cuenta que puedo continuar entretejiendo si quiero todas las interpretaciones que me planteo y me suceden, por el hecho de que son las maneras que encuentro de aprehender mi realidad, sea frente a una obra, sea frente a la vida y por ese hecho me van a parecer correctas y auténticas. Puedo estar equivocada pero la sonrisa ha regresado a mi rostro.
Doris Salcedo, Atrabilarios, 1996.