En esta ocasión quiero contarles sobre la experiencia que tuve al visitar la Casa de la Moneda, ubicada en la calle 11 con carrera cuarta, en pleno centro de Bogotá.
En este museo se encuentran varios pasillos con exposiciones de magníficas obras, tanto del reconocido artista Fernando Botero, como de otros destacados artistas internacionales.
Una de las pinturas abstractas que más me llamó la atención, fue la del artista lituano Jacques Lipchitz, titulada “Frutero con uvas”.
Éste pintor y escultor cubista logra plasmar en su obra una clara sustitución de la representación figurativa, en este caso, de un florero con uvas, por medio de un lenguaje visual autónomo dotado de propias significaciones.
“Frutero con uvas” es una pintura en óleo y tierra sobre madera que se caracteriza por el uso tanto de colores fríos, como de colores cálidos. Una combinación cromática (naranja, gris, negro, piel) y, de líneas y curvas que se cruzan, transmitiéndole al espectador una sensación misteriosa y enigmática. Tal vez, porque esa es la distinción y caracterización del arte abstracto: usar un lenguaje visual de forma, color y líneas que permitan crear una composición artística con diferentes interpretaciones del mundo real. Razón por la cual, sus interpretaciones son únicas e independientes, comenzando por la del autor hasta llegar a todas y cada una de las observaciones y apreciaciones de los receptores.
Sin embargo, Lipchitz se encarga de enviar pequeñas pistas en su obra por medio de las figuras geométricas; en donde el espectador, a pesar de ser una obra abstracta con definición subjetiva, podrá detallar pequeños círculos, que al estar unidos representarían posiblemente un racimo de uvas, sobre una estructura de líneas entrelazadas que se asemejan a un florero. Esta inferencia sólo tiene sentido, si se tiene en cuenta que todo aquel que aprecia la pintura puede encontrarle un significado propio al asociar la compleja estructura de los colores, las líneas y las formas con el título de la obra sugerido por el autor.
Por otra parte, se observa misterio y zozobra en las figuras de color negro, sombras en las figuras de color piel y luz en las figuras naranjas que vendrían rodeando el florero, permitiendo que el receptor conduzca su mirada hacia éste que se encuentra en el centro del cuadro.
Para terminar, podría decir desde mi propia percepción, que ésta pintura expresa sin duda alguna una similitud con la estación del otoño, que se caracteriza por las cosechas, en este caso de las uvas, en donde la temperatura comienza a ser un poco fría. Un contraste entre la abundancia de la cosecha y la vejez que representa el otoño en sentido figurado. Una obra con múltiples interpretaciones, que se caracteriza por tener el sello estilístico del autor; el cual al pertenecer a la vanguardia cubista, elimina los detalles, la profundidad y la existencia de un sólo punto de vista.
Publicado por: María José Pérez Herrán
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