jueves, 17 de febrero de 2011




Saturno devorando a un hijo



Goya (1819-1823)



Óleo




Por: Santiago Cifuentes Jurado






“Las pinturas más audaces, las descripciones más osadas, las situaciones más extraordinarias, las máximas más espantosas, las pinceladas más enérgicas tienen el solo objeto de obtener una de las más sublimes lecciones de moral que el hombre haya recibido nunca” (Marqués de Sade)



Francisco de Goya fue un pintor y grabador español nacido en 1746. Este genio del arte inaugura la entrada del romanticismo a la pintura y le abre las puertas a las vanguardias del siglo XX. Su obra goza de gran popularidad en todo el mundo. Sus piezas recorrieron diferentes caminos exploratorios acordes con la realidad del artista y el contexto en el que se movía. “Saturno devorando a un hijo” hace parte de su etapa culminante, a la que se le han denominado pinturas negras.



La última etapa de Goya es un reto para la vanidad estilística de nuestro tiempo. La industrialización trajo como consecuencia la globalización y homogenización de sentimientos, percepciones e inclusive gustos. Por su parte, esta pintura nos muestra un reto visual de lo rechazado socialmente. Encuentro fascinante la expresión y proporciones de los personajes. Creo que más allá de una diagramación y de unos colores, Goya, con esta pintura, logra retratar sentimientos que espectadores como yo, encontramos coherentes en nuestro proceso de adaptación y comprensión social.



Los colores en la pintura se reducen al blanco, negro y tonos cafés. Su combinación es sombría, pero logra una variedad de tonos y texturas bastante agradables al ojo. Por otra parte me gusta la interpretación que se le da al cuerpo humano en la obra. Creo que la manera en que están dispuestas las extremidades comunica volatilidad e inestabilidad, las cuales concuerdan muy bien con el contexto de la pintura.



Creo que más allá de la evidente habilidad pictórica artística de Goya, el nivel de reflexión que permea su pintura hace que cada una de sus piezas trascienda las pinceladas. Ese tipo de obras son las que logran captar mayor atención por parte del público, ya que como Sade lo dijo, dictan lecciones.



Rompiendo las barreras de lo tradicionalmente bello, la obra impone nuevos parámetros de apreciación visual que nos desligan de lo tradicional. Ha sido socialmente aceptado el encubrimiento de este tipo de manifestaciones, y es por esta razón que juzgamos lo aparentemente diferente como visualmente incorrecto. Sin embargo, la calidad de esta pieza, su contenido, su significado e incluso su imponente potencialidad decorativa, le permite llenar los espacios vacios que los procesos racionales han traído al mundo. Los ojos de Saturno están tan perfectamente bien logrados, que abren las puertas a una visión aterrizada y dolorosa de lo que significa el desprendimiento humano de la vida.



Goya logra lo que pocos artistas han logrado, y es que atrapa al observador de su obra para no dejarlo ir nunca más. Es difícil dejar de mirar un retrato de la realidad en el que uno puede verse pintado en algún lugar del lienzo.

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